Una vez conocí a una mujer que caminaba con las manos sobre el pecho, como si ya estuviera muerta. Llevaba el pelo rapado y se le adivinaba un tatuaje en su nuca. Su vestido largo y oscuro se le enredaba en las piernas cuando caminaba. Pero ella no parecía dale mucha importancia. No parecía darle importancia a nada.
Una vez conocía a una mujer que caminaba con las manos sobre el pecho como si ya estuviera muerta. Pero, en realidad, no la conocí, sólo la intuí.
Una vez conocía a una mujer que caminaba con las manos sobre el pecho como si ya estuviera muerta. Pero, en realidad, no la conocí, sólo la intuí.