Desencuentros

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Hace años que escribo. Cuentos, comeduras de tarro, paranoias, textos incomprensibles. Nunca he escrito para ser leída. Sólo era una obsesión que ocupaba mis minutos de soledad y que me mantenía cuerda. Ahora, me decido a compartirlo con vosotros... porque compartir es amar.

Una y otra


Tengo el alma partida en dos.

Con una mitad negocio, razono, compro y vendo, cambio. Es la mitad que se centra y que mira fijamente, la que disimula las sonrisas y los ceños fruncidos, la que ordena las ideas, los papeles, la que programa los encuentros y la que se asusta ante los desencuentros, es la que miente, la políticamente correcta, la aparentemente feliz.

La otra mitad sólo acepta sobornos, con ella juego y me arrepiento, me dejo llevar, me abandono y me arriesgo. Es la mitad que entiende. Y que no entiende de razones. O que entiende sólo a medias, o a ratos. Es la mitad que se cruza en mi camino y me distrae, la que me quema los mapas y la que encuentra esa carretera que va al paraíso perdido. Es la que guiña el ojo a los desconocidos, la que extiende la mano a ese niño, la que se ruboriza, es la que me pone la zancadilla y luego me ayuda a levantarme porque le doy pena, es la que me grita, tan sólo para que reaccione. 

Otra derrota


Una y otra vez ver pasar por delante de mis ojos todas mis derrotas, una tras otra, una vez más y una última. Y ella siempre jugando, siempre seduciendo, siempre barajando las cartas del sexo o del amor, como quiera que lo llaméis, siempre con un as en la manga, siempre sabiendo donde se hace más daño, donde clavar mejor esa hoja afilada. Y no sé como conseguir llevarlo mejor, porque cada momento es una bofetada, una alquimia que convierte momentos triviales en rituales de brujería, puro vudú…

- Perdona…

Una voz, me devuelve a la realidad. Las líneas de las baldosas dejan de ser el centro de toda mi atención e intento ubicarme, localizar al que me habla.

- Perdona… ¿sabes por donde se va al corte inglés?

- Sigue recto y en la siguiente a la derecha, enseguida lo ves.

- ¡Mila esker!

Le miro a los ojos y entreveo un deseo velado de entablar conversación. La sonrisa se ensancha, expectante. Todos nos sentimos solos. Le miro a los ojos. Es guapo. Ojos brillantes, de persona inteligente o el típico, tópico brillo provocado por el alcohol. Vuelvo la cabeza y sigo mi camino. Otra oportunidad más desperdiciada. De vuelta a mis fantasmas. Otra derrota.