Me alimento de ti
Si no hubieras existido, todavía seguiría inmersa en mi mediocre existencia, llenando las horas con minutos inútiles, deambulando entre mi alma y mi corazón, y mi cabeza, que a veces lucha desesperada contra lo inevitable. No sé cuántas veces me juré a mi misma que no existías, y la realidad se me imponía cada vez más rotunda, hasta que vi, claramente, que había caído de nuevo en la espiral. Y me rendí.
Me alimento de ti. Te observo bajo esa luz que dibuja ángulos de sombras en tu piel y me embarco en un viaje sin retorno. Ensueños donde la realidad ha desaparecido. Cierro los ojos y te recuerdo. Y mis manos también recuerdan y trazan caminos ya conocidos y se pierden. Las noches se me hacen eternas porque me faltas en los días y en sueños todavía te tengo. Me despierto en mitad de las noches susurrándote y no estás. Intento contener las lágrimas y la tristeza que me muerde la garganta y me dejo llevar otra vez por los brazos de Morfeo, porque es lo único que me calma.
Me engaño a mí misma, diciéndome que no necesito nada más. Que mi cuerpo me traiciona y me traiciona mi cabeza y me traiciono yo, todo lo que soy traiciona a mi cuerpo, a mi corazón y a mi alma, y a mi cabeza, una vez más, la que siempre supo. Me traiciona mi entrega. Y te traiciono a ti. Vuelvo al mundo y escondo el deseo tras una sonrisa triste, oculto mi necesidad en mis silencios, rompo mi alma en mil pedazos a cambio de tus restos.
El miedo me inunda cada noche, temo un desliz, temo mostrar lo que soy y lo que siento, temo que me lance a naufragar en el océano que nos separa, temo cruzar las fronteras y que todo estalle en mil pedazos, temo las dudas que me devoran. Temo el dolor. Temo reconocer lo que quiero. Temo el fin de lo que tengo, creo que ambos lo tememos, porque ambos lo sabemos aunque no hablemos de ello, y no nos queda más remedio que resignarnos, a pesar del miedo, sólo queremos seguir, como hasta ahora, aunque vivamos temblando.