La luna me vigila esta noche, esta noche que no se parece a otras noches.
Luna llena, blanca, inmensa, que aún me arrastra a tu cuerpo.
Aquellas noches en las que un hechicero invocaba a Morfeo,
removía esencias y colores en su caldero, fluidos, imágenes y recuerdos.
Rituales para dominar los cuatro elementos.
Se ahogaron los sollozos, sentimos los fluidos, anhelamos un aliento...
y el deseo nos estalló en el pecho...
Pero las noches mágicas dejan de serlo,
sólo quedaron los restos.
En la memoria, grabada a fuego el tacto de una piel que aún siento.
Las noches mágicas dejan de serlo...
Nos resta el tiempo,
la tibieza de alguien que logra que el frío huya,
una sonrisa que hace olvidar las lágrimas,
una palabra, o tan sólo una mirada, unos brazos abiertos.
Mil años para entenderlo:
el misterio de aquel que ha encontrado el sosiego.