Photo by Iker Iglesias
Como cada tarde voy al paseo con la esperanza de encontrarme con Ella. Camino despacio buscando entre la gente, buscando ese mechón de pelo rebelde, esa mirada pícara, esa sonrisa cristalina. Como cada día, no la encuentro, y me siento perdido. Deambulo sin mucho ánimo hasta el borde del malecón, donde se para el tiempo mientras miro al horizonte. Acaricio con mi mirada el furioso mar y la playa inmensa y, de repente, la veo.
Está de pie, al borde de la orilla, mirando hacia el malecón muy seria. Parece que mira hacia donde estoy, pero no da muestras de reconocerme. Echo a correr, como en el escenario imaginario de mi imaginación, cuando intento recordarla y llegar a ella, y la distancia y el tiempo me lo impide. Cuando llego al comienzo de la arena, me paro a recuperar el aliento. Grito su nombre. El viento y las olas devoran mi voz y Ella no me oye.
Ahora Ella se ha abrazado a un chico. Se ríen, comienzan a bailar al ritmo de una musiquilla que tocan unos chavales con unos tambores. Ella echa a correr por la playa como una niña, saltando de alegría, perseguida por ese chico que le acompaña.
La miro pensativo durante unos segundos y decido irme. La puerta se ha cerrado. Ella, tal y como ocurre en el laberinto de mi mente, no volverá a ser nada más que una sombra, recortada sobre el ancho mar que nos separa.
Está de pie, al borde de la orilla, mirando hacia el malecón muy seria. Parece que mira hacia donde estoy, pero no da muestras de reconocerme. Echo a correr, como en el escenario imaginario de mi imaginación, cuando intento recordarla y llegar a ella, y la distancia y el tiempo me lo impide. Cuando llego al comienzo de la arena, me paro a recuperar el aliento. Grito su nombre. El viento y las olas devoran mi voz y Ella no me oye.
Ahora Ella se ha abrazado a un chico. Se ríen, comienzan a bailar al ritmo de una musiquilla que tocan unos chavales con unos tambores. Ella echa a correr por la playa como una niña, saltando de alegría, perseguida por ese chico que le acompaña.
La miro pensativo durante unos segundos y decido irme. La puerta se ha cerrado. Ella, tal y como ocurre en el laberinto de mi mente, no volverá a ser nada más que una sombra, recortada sobre el ancho mar que nos separa.
1 comentarios:
me gusta, el de la bici también, son tristes pero bonitos. Mai
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